ZARDOYA-OTIS: LA CIUDAD DE LA DOBLE MORAL

Publica el DV que la regeneración de Jolastokieta se completará con 380 viviendas en la parte baja de Altza y comienza la noticia enmarcando la propuesta en la transformación de Altza en un entorno más amable y accesible.

Solo de cinismo extremo se puede calificar la noticia y la actuación del ayuntamiento de Donostia en Herrera-Jolastokieta donde para más de 2.500 habitantes no hay ni un solo metro cuadrado, ni uno solo, de zonas verdes.

Y ello, en un entorno inhóspito rodeado y atravesado por dos líneas de tren,  la autopista y uno de los accesos más transitados de entrada al centro de la ciudad, y con fuertes pendientes que la separan del resto de Altza.

La concejala de urbanismo nos habla de una gran plaza de 1.500 m² mientras se calla que los otros 5.600 m² de espacios libres, que corresponden al incremento de población, se llevan a Erregenea, en Igeldo, a más de 7 kilómetros de Herrera.

Vamos para atrás como los cangrejos. La propuesta publicada contempla 380 viviendas, aunque hace tres años eran 456, en una antigua cantera, es decir, una oquedad del terreno, donde pretenden construir edificios continuos de más de 8 pisos, similares a la imagen de las urbanizaciones de Alicante y los hoteles de la costa mediterránea.  Curiosamente ese ámbito antes que sede de ascensores Zardoya era una zona de equipamiento deportivo en el Plan General de Donostia de la década de los 60.

El de Herrera es un ejemplo sangrante porque es una solución “a la carta” para la multinacional Otis tal y como, sin ningún pudor, se reconoce en el convenio firmado con el ayuntamiento de Donostia.

Desde el movimiento ciudadano hemos defendido y alegado que es una operación ilegal por varias razones;

– Primero, porque no responde a motivos de interés general sino a los económico-financieros de la empresa. Como afirma el Tribunal Supremo, la “utilización torticera de las potestades públicas para favorecer a determinada empresa en detrimento del interés general” deslegitima al ayuntamiento para una modificación ”ad hoc” del Plan General, mucho más en pleno proceso de revisión del planeamiento general, añadimos en el caso de Altza.

– En segundo lugar, porque agrava la falta de dotaciones al eliminar la última posibilidad de ubicar un equipamiento comunitario en Herrera-Jolastokieta ordenando una zona verde al alcance de toda la ciudadanía en un espacio de 22.000 m². Una superficie muy similar al parque Harria, que tiene 24.000 m², donde también estaban previstas cientos de viviendas en torres estilo Larratxo y que fue “recuperado” para parque por la reivindicación vecinal en los años 80. Parece que el tiempo no transcurra en Altza porque se siguen cometiendo los mismos desmanes.

– Tercero porque hurtaría a los herreratarras y a los nuevos vecinos 5.600 m² de espacios libres que trasladaría incomprensiblemente a Erregenea contraviniendo, no solo toda lógica, sino también la doctrina del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco que reiteradamente viene afirmando que las zonas verdes requeridas por el incremento de densidad residencial no pueden ubicarse en el suelo no urbanizable. Es más que evidente que tienen que situarse en el entorno del nuevo desarrollo residencial.

– La nula capacidad de gestión urbanística del gobierno municipal hace que no se hayan edificado en la ciudad los ámbitos residenciales del Plan General del 2010 y, después de más de 12 años, en plena revisión, pretende recalificar un ámbito de actividades económicas que nunca ha sido identificado como apto para el uso residencial.

En este contexto, resulta una burla calificar el proyecto como de transformación y regeneración cuando acaba con el único suelo que puede destinarse a zona verde y no hace sino volver a la política denostada de la zonificación. Recordemos que la desaparición de puestos de trabajo es una constante desde hace décadas en todo Altza; citaremos los ejemplos de Nerecán, Ramón Vizcaino, Pescafría, Rutilita, ámbitos todos en los que se han construido casi 1.000 viviendas. Lo mismo se puede decir de otras zonas de la ciudad como el Infierno o Añorga Txiki.

Estamos viviendo una involución en el urbanismo en Donostia. Mientras se predica protección del entorno natural, recuperación de las capacidades agrícolas, mixtura de usos, ciudad de los quince minutos, movilidad sostenible, se da un golpe de estado sustituyendo sistemáticamente todos los suelos destinados a actividades económicas por torres de viviendas. La alcaldía actúa al más puro estilo empresarial para que la propiedad del suelo obtenga la máxima rentabilidad y para ello no duda en utilizar el argumento más trillado, los puestos de trabajo y el peligro de deslocalización, pero lo cierto es que la recalificación a uso residencial no impidió que todas esas empresas, una a una, hayan desaparecido una vez cumplimentado el trámite de trasladarse aparentemente a las cercanías.

No podemos pasar sin recordar el intento de recalificación de la Escuela de la Construcción, propiedad de Fundación Kutxa, a través del cual se sustituía un uso equipamental de enseñanza por viviendas y se trasladaban los espacios libres a otra zona de la ciudad. Empieza a parecer un vicio del equipo de gobierno PNV-PSOE, eso de hurtar los espacios libres a los altzatarras.

Vuelven los nefastos polígonos de ensanche.  En contra de todas las modernas teorías urbanísticas el ayuntamiento de Donostia, y PNV y PSOE como sus responsables políticos, quieren construir polígonos de ensanche en Altza, como Auditz-Akular, en Añorga, como Belartza II, destruyendo el escaso suelo rural y natural de la ciudad, la biodiversidad, los cursos naturales de agua, la potencialidad agropecuaria de esas grandes bolsas de suelo, o, lo que es lo mismo, todos los servicios que nos ofrecen los ecosistemas; dicho en palabras de las Directrices de Ordenación del Territorio, aprobadas por el Gobierno Vasco en 2019, los beneficios que las personas obtenemos de la naturaleza.

Y qué decir del paisaje. Cuando disponemos de una ley desde 2014 que obliga a realizar Catálogos de Paisaje y Estudios de integración paisajística, el ayuntamiento continúa defendiendo lo indefendible, la colonización e invasión de entornos naturales de alto valor paisajístico que conforman la imagen de lomas y valles, del cinturón verde de Donostia. Resulta muy significativo que Auditz-Akular estuviera calificado como residencial en el Plan General de 1962, cuando se estimaba que Donostia alcanzaría el medio millón de habitantes. Volvemos al pasado más nefasto del urbanismo franquista.

Denunciamos la mentalidad inmobiliaria de los políticos donostiarras que piensan más en el negocio de propietarios y promotores que en el futuro sostenible de la ciudad.

Cuando prácticamente todas las ciudades europeas buscan reverdecer sus entornos, aumentar la presencia de las arboledas, defender y recuperar suelos agropecuarios para tender a la soberanía alimentaria, restablecer las vías naturales de las aguas, en Donostia seguimos empeorando la situación de miles de habitantes, singularmente, los de las zonas periféricas de la ciudad, donde sistemáticamente se trasladan las grandes ocupaciones indiscriminadas de suelo.

Denunciamos la inmoralidad que el gobierno municipal demuestra en su política urbanística. La regeneración, la movilidad sostenible, la calidad urbana, son conceptos para una determinada zona de la ciudad. En la periferia vale la ocupación de suelo rurales, la desertización de puestos de trabajo, la zonificación más obsoleta que motiva la movilidad obligada y la perpetuación de poblaciones sin dotaciones mínimas de espacios libres y zonas verdes. En Donostia se sigue haciendo segregación social.

Con el proyecto de los suelos de Zardoya el ayuntamiento termina su proceso de destrucción del tejido económico de Altza. Pensando mal, quizás lo haya hecho de manera totalmente voluntaria para asegurarse la permanencia de Altza en el municipio de Donostia dado que al momento de su anexión forzosa en 1939, fruto de la victoria franquista, se contempló su posible desanexión siempre condicionada a la existencia de suelos productivos y garantías de viabilidad económica.

Recientemente, el diagnóstico del Plan Estratégico de Ekialde encargado a instancias de la Junta de Distrito ha concluido la excesiva monofuncionalidad del suelo con destino a la vivienda y la desaparición del tejido productivo de Altza. Sin embargo, no ha querido dar el paso de ponerlo en relación con las consecuencias que se detectan en los restantes ámbitos. Si se pretende hacer vivienda en cualquier solar disponible, incluso haciendo desaparecer las actividades económicas existentes (como se hizo en Ramón Vizcaino, Nerecan, Rutilita, etc. y ahora la pretensión de repetir con Zardoya-Otis), la consecuencia inmediata es la desertización de puestos de trabajo, el aumento meteórico de la movilidad forzosa, la disminución de expectativas laborales de la población, el aumento del fracaso o falta de horizonte escolar, y en general el empobrecimiento del nivel de vida y la disminución de la esperanza de vida, que son los otros elementos del diagnóstico que también ha detectado el Plan.

El urbanismo es, en definitiva, el instrumento para que en un espacio y en un tiempo ocurran cosas, se produzcan relaciones, se crucen actividades y personas, o no lo hagan en absoluto. El próximo Plan General puede condenar a Altza a ser para siempre una ciudad dormitorio o devolverle el carácter de entorno vital humano, económico y social.

Herrera es un acceso estratégico de la ciudad, bien dotado de medios de transporte público, autobuses, tren, topo, además de disponer de buenos accesos y variadas conexiones en las distintas direcciones de la comarca. Es, en definitiva, un buen lugar donde ubicar actividades, tanto públicas como privadas, que harían que en Altza pasen cosas, acudan gentes de otras procedencias, activen con su estancia y consumo los pequeños negocios del entorno. Así se revitalizan los espacios urbanos, junto con la imbricación de espacios libres y parques, equipamientos culturales y deportivos.

El próximo Plan General puede empezar a resolver los problemas y mejorar la situación o puede condenarnos para siempre a ser la ciudad olvidada.

ZARDOYA-OTIS: LA CIUDAD DE LA DOBLE MORAL

Publica el DV que la regeneración de Jolastokieta se completará con 380 viviendas en la parte baja de Altza y comienza la noticia enmarcando la propuesta en la transformación de Altza en un entorno más amable y accesible.

Solo de cinismo extremo se puede calificar la noticia y la actuación del ayuntamiento de Donostia en Herrera-Jolastokieta donde para más de 2.500 habitantes no hay ni un solo metro cuadrado, ni uno solo, de zonas verdes.

Y ello, en un entorno inhóspito rodeado y atravesado por dos líneas de tren,  la autopista y uno de los accesos más transitados de entrada al centro de la ciudad, y con fuertes pendientes que la separan del resto de Altza.

La concejala de urbanismo nos habla de una gran plaza de 1.500 m² mientras se calla que los otros 5.600 m² de espacios libres, que corresponden al incremento de población, se llevan a Erregenea, en Igeldo, a más de 7 kilómetros de Herrera.

Vamos para atrás como los cangrejos. La propuesta publicada contempla 380 viviendas, aunque hace tres años eran 456, en una antigua cantera, es decir, una oquedad del terreno, donde pretenden construir edificios continuos de más de 8 pisos, similares a la imagen de las urbanizaciones de Alicante y los hoteles de la costa mediterránea.  Curiosamente ese ámbito antes que sede de ascensores Zardoya era una zona de equipamiento deportivo en el Plan General de Donostia de la década de los 60.

El de Herrera es un ejemplo sangrante porque es una solución “a la carta” para la multinacional Otis tal y como, sin ningún pudor, se reconoce en el convenio firmado con el ayuntamiento de Donostia.

Desde el movimiento ciudadano hemos defendido y alegado que es una operación ilegal por varias razones;

– Primero, porque no responde a motivos de interés general sino a los económico-financieros de la empresa. Como afirma el Tribunal Supremo, la “utilización torticera de las potestades públicas para favorecer a determinada empresa en detrimento del interés general” deslegitima al ayuntamiento para una modificación ”ad hoc” del Plan General, mucho más en pleno proceso de revisión del planeamiento general, añadimos en el caso de Altza.

– En segundo lugar, porque agrava la falta de dotaciones al eliminar la última posibilidad de ubicar un equipamiento comunitario en Herrera-Jolastokieta ordenando una zona verde al alcance de toda la ciudadanía en un espacio de 22.000 m². Una superficie muy similar al parque Harria, que tiene 24.000 m², donde también estaban previstas cientos de viviendas en torres estilo Larratxo y que fue “recuperado” para parque por la reivindicación vecinal en los años 80. Parece que el tiempo no transcurra en Altza porque se siguen cometiendo los mismos desmanes.

– Tercero porque hurtaría a los herreratarras y a los nuevos vecinos 5.600 m² de espacios libres que trasladaría incomprensiblemente a Erregenea contraviniendo, no solo toda lógica, sino también la doctrina del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco que reiteradamente viene afirmando que las zonas verdes requeridas por el incremento de densidad residencial no pueden ubicarse en el suelo no urbanizable. Es más que evidente que tienen que situarse en el entorno del nuevo desarrollo residencial.

– La nula capacidad de gestión urbanística del gobierno municipal hace que no se hayan edificado en la ciudad los ámbitos residenciales del Plan General del 2010 y, después de más de 12 años, en plena revisión, pretende recalificar un ámbito de actividades económicas que nunca ha sido identificado como apto para el uso residencial.

En este contexto, resulta una burla calificar el proyecto como de transformación y regeneración cuando acaba con el único suelo que puede destinarse a zona verde y no hace sino volver a la política denostada de la zonificación. Recordemos que la desaparición de puestos de trabajo es una constante desde hace décadas en todo Altza; citaremos los ejemplos de Nerecán, Ramón Vizcaino, Pescafría, Rutilita, ámbitos todos en los que se han construido casi 1.000 viviendas. Lo mismo se puede decir de otras zonas de la ciudad como el Infierno o Añorga Txiki.

Estamos viviendo una involución en el urbanismo en Donostia. Mientras se predica protección del entorno natural, recuperación de las capacidades agrícolas, mixtura de usos, ciudad de los quince minutos, movilidad sostenible, se da un golpe de estado sustituyendo sistemáticamente todos los suelos destinados a actividades económicas por torres de viviendas. La alcaldía actúa al más puro estilo empresarial para que la propiedad del suelo obtenga la máxima rentabilidad y para ello no duda en utilizar el argumento más trillado, los puestos de trabajo y el peligro de deslocalización, pero lo cierto es que la recalificación a uso residencial no impidió que todas esas empresas, una a una, hayan desaparecido una vez cumplimentado el trámite de trasladarse aparentemente a las cercanías.

No podemos pasar sin recordar el intento de recalificación de la Escuela de la Construcción, propiedad de Fundación Kutxa, a través del cual se sustituía un uso equipamental de enseñanza por viviendas y se trasladaban los espacios libres a otra zona de la ciudad. Empieza a parecer un vicio del equipo de gobierno PNV-PSOE, eso de hurtar los espacios libres a los altzatarras.

Vuelven los nefastos polígonos de ensanche.  En contra de todas las modernas teorías urbanísticas el ayuntamiento de Donostia, y PNV y PSOE como sus responsables políticos, quieren construir polígonos de ensanche en Altza, como Auditz-Akular, en Añorga, como Belartza II, destruyendo el escaso suelo rural y natural de la ciudad, la biodiversidad, los cursos naturales de agua, la potencialidad agropecuaria de esas grandes bolsas de suelo, o, lo que es lo mismo, todos los servicios que nos ofrecen los ecosistemas; dicho en palabras de las Directrices de Ordenación del Territorio, aprobadas por el Gobierno Vasco en 2019, los beneficios que las personas obtenemos de la naturaleza.

Y qué decir del paisaje. Cuando disponemos de una ley desde 2014 que obliga a realizar Catálogos de Paisaje y Estudios de integración paisajística, el ayuntamiento continúa defendiendo lo indefendible, la colonización e invasión de entornos naturales de alto valor paisajístico que conforman la imagen de lomas y valles, del cinturón verde de Donostia. Resulta muy significativo que Auditz-Akular estuviera calificado como residencial en el Plan General de 1962, cuando se estimaba que Donostia alcanzaría el medio millón de habitantes. Volvemos al pasado más nefasto del urbanismo franquista.

Denunciamos la mentalidad inmobiliaria de los políticos donostiarras que piensan más en el negocio de propietarios y promotores que en el futuro sostenible de la ciudad.

Cuando prácticamente todas las ciudades europeas buscan reverdecer sus entornos, aumentar la presencia de las arboledas, defender y recuperar suelos agropecuarios para tender a la soberanía alimentaria, restablecer las vías naturales de las aguas, en Donostia seguimos empeorando la situación de miles de habitantes, singularmente, los de las zonas periféricas de la ciudad, donde sistemáticamente se trasladan las grandes ocupaciones indiscriminadas de suelo.

Denunciamos la inmoralidad que el gobierno municipal demuestra en su política urbanística. La regeneración, la movilidad sostenible, la calidad urbana, son conceptos para una determinada zona de la ciudad. En la periferia vale la ocupación de suelo rurales, la desertización de puestos de trabajo, la zonificación más obsoleta que motiva la movilidad obligada y la perpetuación de poblaciones sin dotaciones mínimas de espacios libres y zonas verdes. En Donostia se sigue haciendo segregación social.

Con el proyecto de los suelos de Zardoya el ayuntamiento termina su proceso de destrucción del tejido económico de Altza. Pensando mal, quizás lo haya hecho de manera totalmente voluntaria para asegurarse la permanencia de Altza en el municipio de Donostia dado que al momento de su anexión forzosa en 1939, fruto de la victoria franquista, se contempló su posible desanexión siempre condicionada a la existencia de suelos productivos y garantías de viabilidad económica.

Recientemente, el diagnóstico del Plan Estratégico de Ekialde encargado a instancias de la Junta de Distrito ha concluido la excesiva monofuncionalidad del suelo con destino a la vivienda y la desaparición del tejido productivo de Altza. Sin embargo, no ha querido dar el paso de ponerlo en relación con las consecuencias que se detectan en los restantes ámbitos. Si se pretende hacer vivienda en cualquier solar disponible, incluso haciendo desaparecer las actividades económicas existentes (como se hizo en Ramón Vizcaino, Nerecan, Rutilita, etc. y ahora la pretensión de repetir con Zardoya-Otis), la consecuencia inmediata es la desertización de puestos de trabajo, el aumento meteórico de la movilidad forzosa, la disminución de expectativas laborales de la población, el aumento del fracaso o falta de horizonte escolar, y en general el empobrecimiento del nivel de vida y la disminución de la esperanza de vida, que son los otros elementos del diagnóstico que también ha detectado el Plan.

El urbanismo es, en definitiva, el instrumento para que en un espacio y en un tiempo ocurran cosas, se produzcan relaciones, se crucen actividades y personas, o no lo hagan en absoluto. El próximo Plan General puede condenar a Altza a ser para siempre una ciudad dormitorio o devolverle el carácter de entorno vital humano, económico y social.

Herrera es un acceso estratégico de la ciudad, bien dotado de medios de transporte público, autobuses, tren, topo, además de disponer de buenos accesos y variadas conexiones en las distintas direcciones de la comarca. Es, en definitiva, un buen lugar donde ubicar actividades, tanto públicas como privadas, que harían que en Altza pasen cosas, acudan gentes de otras procedencias, activen con su estancia y consumo los pequeños negocios del entorno. Así se revitalizan los espacios urbanos, junto con la imbricación de espacios libres y parques, equipamientos culturales y deportivos.

El próximo Plan General puede empezar a resolver los problemas y mejorar la situación o puede condenarnos para siempre a ser la ciudad olvidada.